martes, 28 de octubre de 2008

Buenos días, (otra vez)

Suena el despertador. Después de apagarlo tres veces, me levanto, me lavo, pongo la radio, me visto, me peino, salgo de casa, “¡Hasta la noche!”. Espero al bus. Los mismos abuelos con los mismos niños yendo al mismo colegio. Idéntica conversación a la de ayer: “parece que ya empieza el frío, eh…”. Ya veo aparecer el bus, levanto la mano y se para. Nos subimos todos: “Hola, buenos días”. Caras dormidas, bostezos… ¡es muy pronto! Pico la parada, ya he llegado.
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Me bajo. Diez pasos hasta las escaleras del metro. Bajo esas escaleras eternas hasta lo que parece el centro de la tierra. Ahí está el vigilante de seguridad, que lo único que provoca con esa barriguilla y la cara de distraído que tiene es risa más que otra cosa. Espero al metro, dos minutos. Me da tiempo de quitarme la chaqueta y sacar un libro. Ah, fíjate, me da tiempo de empezar a leer un poco…Ya viene. Me levanto, me preparo al lado de la puerta. Mirada desafiante a la persona que como tú, espera al lado, en un intento de hacerle saber que, a falta de características especiales en su persona que le hagan merecedora de un asiento antes que tú, entrarás tú primera porque no piensas hacer todo el recorrido de pie.
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Vale, hay sitios vacíos, qué bien. Continúo leyendo. Sube gente, baja gente, sube gente, baja gente…Oigo sus cotilleos y me las quedo mirando: sus gestos, su expresión, su apariencia…Me han pillado…Y en un intento de mantener la intimidad en un sitio como el metro, bajan la voz creyéndose que ya no las oigo y pretendiendo hacerme entender que no me importa de lo que hablan. Y tienen razón. Sigo leyendo. Me pesan los párpados, tengo sueño… ¡Mi parada! Me levanto, preparo el dedo en el botón de la puerta sintiendo que así no pierdo el tiempo. Bajo del vagón…Cruzo esas puertas del metro que me gustan tan poco porque me dan la sensación de que se cerrarán conmigo en medio.
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Subo escaleras. Qué bien, aire fresco…Gente que no sabe dónde va y se para en medio de la salida en un intento de ubicarse en la calle. ¿Podéis ubicaros a un ladito sin molestar? Gracias. Camino dirección al trabajo.
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La misma gente: el quiosquero colocando cosas, los de seguridad de ese edificio tan alto fumando en la calle y mirando a la gente que entra como diciendo “cuidado, que estoy fumando pero te vigilo igual…”. Sigo adelante. La puerta del colegio: madres, niños hiperactivos a las 8 de la mañana, profesoras controlando la entrada…Los bomberos. ¡Mi alegría mañanera! Sentados en la entrada leyendo, fumando…Joder, ¿por qué fuma tanta gente? Más adelante, la gente de la plaza. Siempre los mismos: sentados en los bancos bebiendo cervezas, alguno durmiendo en el suelo y siempre esos carros llenos de sus pertenencias más preciadas que no dejan ni a sol ni a sombra.
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Ya he llegado: “Hola, bon día!”, “Bon día noia, qué tal?” Subo las escaleras, dejo mis cosas. “Hola, buenos días, qué sueño, ¿eh? Jejeje” Voy a por el cortado de turno. Esta máquina cada vez va peor, siempre se sale todo…Me siento, enciendo el ordenador. Muy bien. Empecemos.
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Buenos días.
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