¡Gracias al Santo Messenger!

Nuria, estudiante de 22 años que trabaja/pasa el tiempo/colabora/está en un despacho de abogados. Desde Octubre que llevo aquí y este mes de julio no solo por las tardes, sinó que también por las mañanas. Qué bien, qué lujo.....seis horas al día empapandome del mundo del derecho, viendo lo que me espera el día de mañana, creciendo como persona y como ser humano...!
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¿Ya? Pues vale. Realidad:
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Llego a las 10. Con suerte (o no) hay alguien. Enciendo luces, aires acondicionados, ordenador, quito el contestador. Dejo mis cosas. Coloco faxes, escucho mensajes, hago las notitas de los mensajes y las meto en la carpeta de cada uno de los abogados. Fin. Vale, ¿qué hora es? Las 10.30. Mierda. Me voy al messenger. Con suerte hay gente con la que puedo rellenar esas tres horas que me quedan por delante...
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¿Qué hora es? 13.30. Perfecto, para casa. Dejo las cosas, como, veo los Simpson (¡son sagrados!). ¡Ay, que me he dormido! ¿¡Qué hora es?! Las 16.00h. ¡Me voy!
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Abro la puerta, oigo voces, teclado de ordenadores. ¡Hay vida! "Hola a todas!!" (mi mejor sonrisa :-D ) Vuelvo a encender ordenador, quito contestador. Vale. Me voy al Messenger. Pero ahora es más difícil hablar: van pasando por al lado, se apoyan en mi mostrador, me oyen teclear... Hablo furtivamente, ¡cómo me gusta vivir al límite! (...)
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Cuando el sentimiento de culpabilidad acecha, salgo del messenger y leo un libro que me compré hace poco en "La Casa del Llibre" que está al lado. Debajo del mostrador, que no lo vean. ¿Qué hora es? Las 19.30. Venga pues ya esta. ¡Ya has trabajado suficiente por hoy!
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Y cuando me voy para casa, viendo las tiendas abiertas, la gente paseando, de vacaciones...Me pregunto qué coño hago ahí metida. Entonces me miro a la frente y veo el post-it que me pegué el día 1 de julio: "venga Nuria...¡600 leuros!". Ah, vale...ahora lo entiendo.
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¡Santo messenger!